lunes, marzo 26

Entregan a Doña Letizia el discurso que Azorín dedicó a Larra ante su tumba en 1901

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el 23 de marzo del 2009. 

RESUMEN: La princesa de Asturias recibió el escrito del autor monovero en el Ateneo de Madrid, que acogió el bicentenario del nacimiento del periodista.

Las preferencias literarias de la princesa Letizia se propagaron rápidamente cuando le regaló a su por entonces prometido, el príncipe Felipe, una novela de Mariano José de Larra, El doncel de Don Enrique el doliente, encuadernado en 1850. Una obra oscura, de lectura reducida al ámbito de los especialistas, que curiosamente se convirtió por aquellos tiempos en un éxito rotundo de ventas.

El Ateneo Literario, Científico y Artístico de Madrid acoge ahora un amplio calendario de actividades con conferencias, mesas rendondas y exposiciones con motivo de la celebración del bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra. Un acto inaugural al que no faltaron los príncipes de Asturias.

El biógrafo de Azorín, Santiago Riopérez, que abordó las vinculaciones de ambos periodistas y escritores con la Generación del 98 como telón de fondo, aprovechó la ocasión para regalar a la princesa Letizia, con permiso concedido ya por parte de la Casa Real y del Ateneo, el discurso original que el autor de Monóvar dedicó a Larra como homenaje en 1901 ante su tumba.

El periodista Mariano José de Larra fue un hombre insatisfecho, que se opuso a todos los usos vigentes de la época, siempre en constante rebeldía. Y su recuerdo se esfumó de un plumazo tras su suicidio, pese a que dejó una huella imborrable en el periodismo de la época.

La memoria de Larra se rescató en 1901, cuando un grupo de escritores de la Generación del 98, (entre ellos, Azorín, los hermanos Ricardo y Pío Baroja y José Fuixá) se dirigieron al cementerio donde reposaba Larra y, tras depositar unos ramitos de violeta, leyeron un discurso con el que se retomaría su figura para años venideros.

"Larra es el hombre más moderno de su tiempo, el único hombre moderno de su tiempo en España. Lo que de Larra subsiste, lo que está en él más vivo cada día, es su espíritu de rebelión y protesta. Su espíritu de honestidad permanente e irreductible contra todo lo absurdo, lo ilógico y lo incoherente en la vida española", dijo Azorín.

Reeditan por primera vez desde 1919 las crónicas de guerra de Azorín en París

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el 19 de enero del 2009. 

RESUMEN: El escritor de Monóvar critica en París bombardeado el aislamiento de España y anuncia la emergencia de Estados Unidos como potencia mundial. La obra, realizada por Azorín como enviado especial de Abc en Francia tras declararse la I Guerra Mundial, informa además de las nuevas armas de destrucción. 

En 1922 apareció en el diario España un escrito de Miguel de Unamuno dirigido a Azorín: "Nunca se me ha de ocurrir decir lo que de usted, cuando escribió en ese mismo Abc unos artículos en elogio de los Estados Unidos de la América del Norte, dijo un altísimo personaje y fue: ¿cuánto le darán a Azorín los norteamericanos por esos artículos?".

La controvertida carta remitida por exrector de la universidad de Salamanca al creador de la Generación del 98 se produjo tras la publicación en 1919 de su obra París bombardeado que incluye las crónicas del autor de Monóvar realizadas desde Francia como enviado especial en la I Guerra Mundial. Un libro imprescindible para la historia del periodismo y la prosa castellana, en donde Martínez Ruiz denunció el inexplicable silencio y aislamiento de España en el conflicto bélico, informó de las nuevas armas de destrucción y, además, anunció la emergencia de Estados Unidos como gran potencia, a la que apoyó constantemente. 

Pese a la importancia y relevancia de esta obra en el legado azoriniano, su primera reedición se va a producir este año de la mano del catedrático de la universidad Carlos III de Madrid y miembro del Instituto Cervantes, Jorge Urrutia, quien aseguró a este medio que "los editores de Azorín pensaron siempre que era un libro parcial que había que reintegrar en el conjunto de sus crónicas de guerra y así se hizo, incluso no hace demasiado tiempo. Pero Azorín quiso, precisamente, desgajar este libro de sus crónicas y a su selección le añadió textos nuevos que crean una nueva significación".

París bombardeado se publicará próximamente con Biblioteca Nueva, y en ella se percibe la firma de un estilo periodístico renovador que rompió con toda la producción anterior. "Azorín fue un gran periodista porque sabía descubrir en la realidad aquello que la definía aunque pareciera permanecer oculto. En un sólo trazo daba a sus lectores la imagen exacta de una situación. Además, escribía una prosa limpísima que para sí quisieran muchos periodistas actuales que, como nos demuestra la experiencia de todos los días, fallan todas las concordancias", agregó Urrutia.

Azorín, responsable de publicar la primera crónica telegrafiada por un enviado especial español en 1905 con motivo de un viaje a París de Alfonso XII que culminó con un atentado terrorista, redactó las crónicas desde el hotel Majestic, según refleja el escritor alicantino José Ferrándiz en su obra Azorín, la cara intelectual.

Por ese antiguo edificio francés pasó buena parte del exilio español del XIX y, en sus sótanos, Azorín se refugiaba de los bombardeos que un tiempo después ocuparía la Gestapo para sus torturas en la II Guerra Mundial. 

martes, marzo 20

A Azorín le gustan los toros

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el 5 de abril del 2010. 

RESUMEN: Escritores e intelectuales alicantinos como Miguel Hernández o el autor de La Ruta de Don Quijote reflejaron en sus obras sus impresiones sobre el mundo de la tauromaquia. EN LA FOTOGRAFÍA: Azorín, con Castilla al fondo, pintado por Zuloaga. 

A un lado el debate moral y político de la Fiesta de los toros que se mantiene en candente actualidad, resulta innegable que el mundo de la tauromaquia ha despertado e inspirado a miles de artistas, originando algunos de los mejores poemas, óleos, carteles, películas, óperas o esculturas de nuestra historia. Por tanto, sepultar la Fiesta supondría en cierto modo acabar con un importantísimo pedazo de la cultura universal.

El escritor alicantino José Martínez Ruiz, Azorín, siguió con especial atención los toros durante prácticamente toda su vida, no sin atravesar algún altibajo crítico por el que llegó a considerar las corridas una "brutalidad humana" (véase la obra Los Pueblos). Aparcada la anécdota, Azorín disfrutó de la Fiesta e incluso saltó a los ruedos, como describe en Albacete siempre: "Toros de Flores eran traídos a Monóvar por las antiguas veredas para ser lidiados en las fiestas. El encierro era público. Una vez cogí yo un capote y di unas verónicas". 

Azorín sintió la llamada de la arena del mismo modo que sus compañeros de la Generación del 27, con Lorca o Alberti entre ellos, y evoca en algunos pasajes de Castilla y Valencia su interés por los toros. 

En 1935, Azorín descubre al famoso matador de toros Juan Belmonte, del que escribe: "Sin conocerlo me interesaba. Cuando me asomé a la plaza sentí una honda emoción. El circo estaba rebosante. La fiesta tiene sus contras; pero es bonita. Desde el primer momento puse la mirada en Belmonte. La vi arrimarse a la barrera, frente por frente del toril, y esperar la salida del toro. En el momento de salir el toro, Belmonte se pasó la palma de la mano fuertemente por los labios. Este gesto nervioso me pintó un carácter". 

A diferencia del escritor de Monóvar, un buen y gran amigo suyo como Gabriel Miró, se horrorizaba del "espectáculo de sangre". Según el ensayo del profesor Fernando Claramunt en Anales Azorinianos de 1985: "Sigüenza, "alter ego" de Gabriel Miró, vuelve la cara durante la corrida, incapaz de resistir el espectáculo de sangre. Pero mirando hacia los huertos próximos ve matar pajarillos y comprende que la crueldad está en todas partes. Miró, amistad y estimación recíproca, es otra influencia desfavorable hacia la tauromaquia". 

El poeta oriolano Miguel Hernández evoca a la tauromaquia en algunos de sus más conocidos versos: "como el toro he nacido para el luto". Sin embargo, el pastor de cabras trabajó en su paso por Madrid en la Biblia de la tauromaquia que impulsó el abogado José María de Cossío a propuesta de José Ortega y Gasset, otro apasionado por los ruedos. 

Sin embargo, aquel oficio acarreó más sinsabores que alegrías en el joven poeta, asfixiado entre un caos de nombres, fechas y datos del mundo de los ruedos que le obligaban a trabajar hasta altas horas de la noche. Miguel Hernández sentía que el tiempo que deseaba dedicarle a la poesía se le escapaba, volcado siempre en otras tareas. 

martes, marzo 13

Andrés Trapiello: "La obra de Azorín no es comprensible sin los periódicos"

Entrevista publicada en el diario "Información" de Alicante, el 26 de abril del 2010. 

RESUMEN: Un legado con más de 6.000 artículos publicados, y un estilo inconfundible en su labor periodística, fueron algunos de los temas analizados en el II Congreso Internacional de Azorín que abrió el escritor Andrés Trapiello en Monóvar, en el 2010. El programa estuvo impulsado por la CAM, el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y el Ayuntamiento de Monóvar. 

PREGUNTA: ¿Cuál fue la mayor aportación de Azorín al periodismo moderno?
RESPUESTA: La mayor aportación de Azorín al periodismo fue su constancia. Porque cuando muchos escritores entran al periodismo lo hacen en un primer y único momento, o bien por batallas ideológicas, pero siempre de una manera casual o discontinua. En el caso de Azorín, fue siempre constante, y todo lo que publicó lo hizo antes en los periódicos. Por lo tanto, la obra de Azorín no sería comprensible sin los periódicos.

P: ¿También por el inconfundible estilo azoriniano?
R: Sí, porque su forma de escribir es clara, concisa, breve y eso se adecua mucho a la lectura de un periódico. Además, en todos los libros de Azorín se puede ver capítulos breves, que también traslada al periodismo. Al mismo tiempo, impone en los periódicos unos temas que no eran en absoluto periodísticos, como hablar de clásicos o impresiones poéticas... Hay una simbiosis muy milagrosa, porque son cosas que no tendrían que ir juntas, pero Azorín lo consigue.

P: Entonces qué es Azorín... ¿Escritor o periodista?
R: Azorín se considera un escritor, aunque esta es una palabra muy global que encierra al periodista, escritor, crítico literario, poeta y dramaturgo. Aunque yo creo que él no distingue entre nada: un escritor total. Pero el mérito de Azorín es que se transformó en los periódicos donde trabajó, poniéndose en la piel de un periodista que va buscando la actualidad y, al mismo tiempo, te da una semblanza de Gracián, Valera o Galdós. Consigue que la inactualidad absoluta tenga cabida en el periódico. 

P: La censura paró muchos artículos de Azorín en la prensa...
R: La censura la sufrió todo el mundo, y no podemos decir que Azorín la sufriera especialmente. Yo diría que Azorín fue desde su más tierna edad un autor gubernamental, porque siempre estaba con el gobierno, con el poder. Yo nunca diría que la vida de Azorín periodista y como persona estuvo en peligro por su actividad profesional. El régimen de Franco tampoco le veía con muy buenos ojos, y de hecho nada más terminar la guerra publica "El novelista".Es un hombre oportunista. En el año 1942 dedica a alguien como Dionisio Ridruejo su libro. Porque Ridruejo emergió con la España de Franco. Siempre lo hizo por la persona que le podía favorecer. 

P: Entonces usted cree que Azorín se vendió al régimen fascista para regresar del exilio... 
R: Azorín, por ese espíritu gubernamental, se puso de parte de los sublevados. Intentó durante meses estar entre los dos bandos, pero él formaba parte de la tercera España, era un hombre de centro. Pero en ese momento no podías estar en el centro... Y en el momento que pudo se vino de Francia y se fue a Madrid. Acató lo que había, porque él solo podía vivir de los periódicos.

miércoles, marzo 7

Homenaje a Santiago Riopérez, confidente y biógrafo de Azorín

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el 10 de octubre del 2011. 


RESUMEN: El abogado madrileño Santiago Riopérez fue uno de los estudiosos más destacados entre los azorinistas. Persona de una basta cultura, que vivía con apasionada dedicación su estudio a Azorín, su pérdida dejó un vacío profundo entre los máximos conocedores del autor de La Voluntad. FOTO: ISABEL RAMÓN. 


Santiago Riopérez y Milá, abogado especialista en Derecho Matrimonial, y una de las voces más sobresalientes y destacadas en el conocimiento azoriniano, nos dejó ayer a la edad de 80 años.

Falleció en Madrid, ciudad donde nació y en la que vivía junto a toda su familia, y en la que empleó toda su capacidad intelectual para confeccionar una de las biografías más completas de las que disponemos actualmente sobre José Martínez Ruiz, Azorín.

A partir de hoy, se podrá estudiar en mayor o menor medida el legado azoriniano, pero nadie mejor que Santiago Riopérez conocía a Azorín, con el que llegó a vivir muy de cerca los últimos diez años de vida del escritor en su casa de Monóvar. 

Amigo y confidente, Riopérez supo ganarse la confianza del autor de La Voluntad, con el que incluso trabajó por los distintos problemas legales que sufrió Azorín con algunas de sus obras publicadas en el extranjero, durante su triste periplo en el exilio. 

Su relación con la provincia de Alicante ha sido muy intensa por cuestiones profesionales y, muy especialmente, por sus frecuentes visitas a la Casa Museo Azorín de la CAM en Monóvar. Allí acudía Riopérez en numerosas ocasiones para consultar nuevos trabajos o, sencillamente, para evocar las extensas entrevistas personales que mantuvo con Azorín en su localidad natal.

Aún así, siempre que la agenda se lo permitía, Riopérez no dejó nunca de asistir e interesarse por los diferentes actos culturales organizados entorno a Azorín, ya fueran conferencias, seminarios o tertulias, como la de "Amigos de Azorín", a la que acudió en varias ocasiones. La última vez que se le vio por Monóvar fue hace dos años, con motivo del congreso "Azorín Periodista", donde no volvió a faltar a la cita. Como casi siempre. 

El profesor de la Universidad de Alicante Miguel Ángel Lozano, otra de las voces más conocedoras de la obra azoriniana, señaló ayer su pesar por la muerte de Santiago Riopérez, "quien deja una huella profunda en todos los que le tratamos, y un reconocimiento por su magisterio en el estudio sobre Azorín". "Fue una persona que dedicó sus mejores esfuerzos a todo tipo de estudios literarios sobre Azorín, al que había dedicado un libro de reciente publicación también con Montaigne, lo que demuestra que estuvo hasta el último momento trabajando sobre Azorín", añadió.

El director de la Biblioteca Virtual "Miguel de Cervantes", Enrique Rubio, agregó por su parte que Santiago Riopérez "ha enriquecido sobre todo la parte biográfica y epistolar de Azorín, revelando asuntos muy desconocidos, gracias también a las reflexiones personales que tuvo por su conocimiento con Azorín". El profesor Enrique Rubio también recuerda a Riopérez como "un hombre cultísimo, de una gran formación humanística, y creo que es uno de los pocos lectores que había leído toda la obra azoriniana, incluido el teatro, la crítica literaria o los ensayos. Conocía muy bien y con detalle la obra de Azorín".

Más allá de sus profundos conocimientos azorinianos, Santiago Riopérez fue un activo intelectual que mantuvo una estrecha relación con algunas de las figuras más relevantes de nuestra literatura, como Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, Fernández Florez o Camilo José Cela. Y a todos ellos, en menor medida que a Azorín, al que estudió durante 50 años, también les dedicó numerosas lecturas y reflexiones.

"Azorín dio sentido a mi vida"
La nota está extraída de su autobiografía y memorias Si preguntáis por mí. Y la dedicatoria es más que reveladora. Un reflejo de lo que inspiró Azorín en su obra, del significado que tuvo en su vida, de medio siglo de estudio y entrega. "Fui su amigo y biógrafo. Tuve el honor de que fuese cliente mío; correspondió a mi minuta dispensada con la donación del epistolario de los escritores del 98, artistas y compañeros suyos. Ante todo dio un sentido a mi vida: la moderación, la tolerancia, el escepticismo. Con Montaigne me enseñó a dudar y a sentir la contingencia de todo lo humano; aprendí, con él, a desdeñar la política de cualquier signo y la literatura del mercado. Me alentó a concertar voluntades distantes y sangrientas en los litigios matrimoniales. La verdad no es única e intangible: se hace con fervor, con sinsabores, con lágrimas, entre todos; renunciando y perdonando siempre. Fue un hombre bueno, un monje laico en la Literatura Española. Su presencia no se ha desvanecido aún en mi alma".

Santiago Riopérez y Milá fue galardonado con el Premio del Instituto Nacional del Libro en 1961, y Azorín de Prensa Española, en 1963, por su ensayo España en Azorín. Fue socio de honor de la Sociedad Cervantina por sus trabajos en torno a El Quijote. Quizás, su obra azoriniana más recordada sea Azorín íntegro, su última biografía.

domingo, marzo 4

La Vanguardia define a Azorín como un "maestro del castellano y del periodismo"

Artículo publicado por el periódico La Vanguardia, el 2 de marzo del 2012

RESUMEN: El 2 de marzo de 1967, José Martínez Ruiz fallecía, a los 93 años, en su domicilio madrileño. El último superviviente de la Generación del 98 fue durante toda su vida un articulista asiduo en numerosos diarios. Las páginas de La Vanguardia le acogieron durante los primeros años del siglo XX. SE PUEDE CONSULTAR ADEMÁS UN GRAN NÚMERO DE LOS ARTÍCULOS PUBLICADOS POR AZORÍN EN LA VANGUARDIA. 


José Martínez Ruiz nació en Monóvar (Alicante) el 8 de junio de 1873. La ciudad alicantina, en los valles del Vinalopó, al sur de la Comunidad Valenciana, es la última frontera del catalán. Para algunos críticos, el entorno bilingüe de su tierra nativa es esencial para conformar en Azorín la conciencia de pureza del idioma, la necesidad de la expresión ajustada y la voluntad por la perfección expresiva.

Hijo de un abogado y acomodado político conservador, estudió el bachillerato en el internado de los escolapios de Yecla. Derecho, que no terminó, en la Universidad de Valencia. Comenzó a publicar  asiduamente en periódicos, La Educación Católica de Petrer, El Defensor de Yecla, El Eco de Monóvar, El Mercantil Valenciano y El Pueblo de Vicente Blasco Ibáñez.

En noviembre de 1896 se estableció en Madrid y siguió su colaboración en un sinfín de cabeceras. Con periódicos republicanos - El País, El Progreso de Alejandro Lerroux-, después con El Imparcial; durante muchos años, con ABC y diversas revistas - Revista Nueva, Juventud, Arte Joven, El Globo, Alma Española y España-. En esta última, apareció por primera vez el seudónimo Azorín firmando un artículo.

Sus inicios estuvieron muy marcados por una sensibilidad de carácter anarquista y sus primeros títulos respondían a esa ideología: Notas sociales (1896), Pecuchet demagogo (1898). Durante esos años viajó intensamente por tierras de la meseta castellana, con el propósito de conocer tanto su paisaje como la situación  de sus gentes, entonces de extrema miseria. Compartió, junto a Ramiro de Maeztu y Pío Baroja, una viva admiración por las obras de Nietzsche, por las del ensayista francés Michel de Montaigne y las del poeta austro-alemán Rainer María Rilke. Con Baroja y Maeztu formó el grupo de los tres, núcleo original de la Generación del 98.

Su trilogía narrativa, compuesta por los volúmenes La voluntad (1902) -antecesora de El artista adolescente, de James Joyce-, Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), provocó una  reflexión personal que le llevó a cambiar radicalmente sus posiciones políticas. Desilusionado, rápidamente paso a adoptar un ideario conservador.

Se adhirió al maurismo, fue cinco veces diputado, entre 1907 y 1919, y dos veces subsecretario de Instrucción Pública, en 1917 y 1919. Se negó a aceptar nuevos cargos en la dictadura de Primo de Rivera. Durante la I Guerra Mundial fue corresponsal de guerra, y obtuvo la Legión de Honor del Gobierno de Francia. Destacó también por ser un viajero extraordinario por España –especialmente por Castilla-; en cambio, viajó muy poco al extranjero.

Elegido por unanimidad miembro de la Real Academia Española en mayo de 1924, nunca fue un miembro demasiado activo y finalmente dejó de asistir a sus sesiones. Al estallar la Guerra Civil española huyó de Madrid y vivió en París. Al finalizar la contienda, regresó a España en 1939. Fue presidente del Patronato de la Biblioteca Nacional. Recibió un homenaje nacional en 1963 con motivo de sus noventa años. Fue premio March de Literatura, Gran Cruz de Isabel la Católica y de Alfonso X el Sabio.

De vida  tranquila y metódica, los últimos años vivió recluido en sus lecturas, sus paseos solitarios y  una tardía afición al cine, del que se convirtió en entusiasta espectador. Azorín falleció en Madrid el 2 de marzo de 1967.

De su obra literaria, cabe distinguir las novelas anteriores a la Guerra Civil, Don Juan (1922), Doña Inés (1925), Félix Vargas (1928) – después titulada, El caballero inactual- o Pueblo (1930), donde Azorín ensaya  con nuevas técnicas narrativas; y las posteriores a la contienda civil, donde regresa a su estilo tradicional, con clara tendencia a la exquisitez narrativa y a la armonía. De estos últimos años, destacan: El escritor (1941), María Fontán (1943), La isla sin aurora (1944) o Con permiso de los cervantistas (1948).

Azorín fue el escritor más fecundo de una generación que no fue escasa en obras literarias, y también fue el más leído. Su prosa clara, precisa en la exposición, exigente con los pequeños detalles, de frase breve y riqueza de léxico, hizo que su obra supusiera una auténtica revolución estética.

Con una ya larga trayectoria en la prensa española, se incorporó a La Vanguardia como crítico literario, donde publicó cerca de 200 artículos, la mayoría entre 1914 y 1918. Si bien, su primer artículo en nuestras páginas data del 6 de agosto de 1904. Su colaboración se debió  al empeño del director Miquel dels Sants Oliver. Sus trabajos - un análisis de la  literatura clásica española – le convierte, junto a Eduardo Gómez de Baquero, Andrenio, en  uno de los críticos más destacados que escriben en La Vanguardia en el primer tercio del siglo XX, dignos continuadores de Josep Yxart, y Miquel Soler i Miquel.

No es de extrañar que un conspicuo representante de la cultura castellana publicara en las páginas de un diario barcelonés ya que Barcelona fue la capital en la que se impulsó y se dio a conocer, según algunos estudiosos, la generación del 98.

Además Azorín, que defendió una exigente actitud regeneracionista a partir de su sensibilidad por los clásicos y su querencia por el alma de Castilla, siempre mostró cordialidad por las otras lenguas vernáculas de la península, simpatía hacia el mundo cultural de Catalunya  y admiración por Jacint Verdaguer y Joan Maragall.

viernes, marzo 2

Azorín y Borges

Artículo publicado en el diario "Información" de Alicante, el lunes 17 de enero del 2011. 

RESUMEN: La Casa Museo Azorín inaugura una exposición con una selección de fotografías personales e inéditas del escritor argentino con su mujer en ciudades de todo el mundo. Una excelente oportunidad la que nos brinda esta muestra para abordar las conexiones entre ambos escritores universales: Azorín y Borges. 


Jorge Luis Borges le preguntó en una ocasión a su paisano y amigo Adolfo Bioy Casares (premio Cervantes en el 90) cuáles eran sus escritores preferidos. Casares contestó: Azorín y Gabriel Miró. Y dicen las malas lenguas que Borges calló, llevado por un egoísmo que, quizás, fue el que le impidió reconocer en público la lectura de libros de ambos autores alicantinos.

Lo cierto es que los expertos consultados por este medio reconocen los escasos estudios críticos entre Azorín y Jorge Luis Borges. Por tanto, se desconocen totalmente los hilos que pudieran conectar el legado literario de ambos maestros. Y es ahí precisamente donde radica la importancia de esta exposición que se inaugura en la Casa Museo Azorín de Monóvar y que, nunca antes, había puesto en común a estos dos genios de la Literatura Universal.

La muestra denominada "El atlas de Borges" propone por tanto dos visiones: por un lado, entrar en la intimidad del mundo borgeano a través de una selección de fotos que Borges y su mujer María Kodama tomaron de sus viajes alrededor del mundo. Las percepciones que ambos recibieron del mundo están reflejadas en estas fotografías que no pretenden tener un valor técnico, sino el poder de lo genuino, del asombro y frescura de sus experiencias por el mundo. En total, hay más de 130 fotografías del álbum de viajes que no habían sido exhibidas hasta la organización de esta exposición, y que invitan a un nuevo acercamiento a más de 20 ciudades del planeta del modo en que solo Borges pudo haberlas percibido. Philadelphia, París, Roma, Buenos Aires, Estambul, Venecia, Ginebra, Creta, Izumo son enigmáticos lugares de un mundo que Jorge Luis Borges y María Kodama perpetuaron en imágenes y palabras a través de sus viajes.

Parecidos razonables
Pese a la falta de estudios críticos que enlacen la obra de Borges con Azorín, son más que evidentes algunos puntos en común en sus trayectorias. Así por ejemplo, el catedrático de Literatura Española de la UA, Miguel Ángel Lozano, señala que ambos partieron de la erudición como inspiración para la elaboración de sus obras. Así pues, se sirvieron del cultivo de sus lecturas como herramienta de creación para algunos de sus libros más conocidos, como es la reinterpretación de los clásicos de "El Quijote" o "La Celestina" en el caso de Azorín. Las obsesiones por la madre, a las bibliotecas (recuerden la "Biblioteca de Babel" de Borges), el amor por los libros o la fugacidad del tiempo son también temas constantes en sus carreras literarias.

En este sentido, también salta a primera vista la similitud de sus estilos, ambos de una vastísima cultura, y donde la riqueza de su léxico es otro de los elementos por los que se caracteriza ambos arquitectos literarios.

Jorge Luis Borges y José Martínez Ruiz, Azorín, también comparten admiradores conocidos. Y es que, el reciente premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ha confesado en numerosas ocasiones su aprecio por el legado de ambos escritores, hasta el punto de dedicarle el discurso de ingreso a la RAE a Azorín y, por parte de Borges, un gran número de artículos periodísticos publicados en prensa y revistas especializadas. Además, Adolfo Bioy Casares, amigo de Borges y con quien emprendió varios proyectos literarios, también confesó su deuda temprana a Azorín para la redacción de la que sería su primera novela, "La nueva tormenta o la vida múltiple de Juan Ruteno".

Otro parentesco que es, quizás, más fruto de la curiosidad es que ambos escritores no tuvieron descendencia. En el caso de Azorín, a Mario Vargas Llosa le suscitó mucha inquietud este asunto tal y como reconoció en su visita a la Casa Museo de Monóvar en 1993. Por entonces, el autor de "La Fiesta del Chivo" ultimaba un artículo donde se informaba de este caso y del de Borges, ya que ambos casos los veía "claves" para comprender la mentalidad del escritor. Sobre Borges, el psicoanalista argentino Óscar Estrada señaló en una conferencia que: "lo de Borges no era un amor genital, sino cortés. El escritor argentino sabía además que su ceguera era genética, porque su abuela y su padre ya la habían sufrido, y por ese motivo jamás quiso tener hijos. Porque se la transmitiría a ellos".

Finalmente, otro punto común es que ambos escritores fueron considerados unos clásicos de la Literatura Universal incluso antes de muertos, siendo sus obras inmortales, como viene a recordarnos esta exposición de Monóvar.

jueves, marzo 1

Novelda, visto por Azorín

"Novelda goza de sus óptimas huertas; se encuentra a dos pasos de Monóvar; la señorea un castillo; en ese castillo hay un santuario y se venera a Santa María Magdalena. Aparte del ambiente religioso que rodea a la Magdalena, hay otro ambiente profano, fundado en las letras y la pintura la circuye".

Posdata, capítulo XXXII, página155.

"Novelda nos da la sensación de lucidez y placidez, de vida intensa y vida apacible. La vemos como recostada cabe a sus próvidas huertas. Pero la clara ciudad no vaga. No puede vagar el levantino. Hay en Levante una sutil idealidad que se expresa en el cielo, casi azul, casi blanco; en la luz desleída; en el color, atenuado; en la vegetación, sobria. La Naturaleza se recoge y el espíritu se expande".

Posdata, capítulo XXII, página 157.