jueves, marzo 16

Monóvar

Azorín, desde el prisma de Zuloaga
Monóvar es un pueblo silencioso, nacido bajo las faldas de una montaña desierta. Monóvar es un pueblo que respira vida y literatura, desde hace más de un siglo, cuando el maestro Azorín empezó a concurrir en los círculos intelectuales imponiendo un estilo propio e innovador; tanto periodístico como literario. Monóvar es un pueblo de 12.000 habitantes rico en el sector industrial, principalmente en el calzado, la marroquinería y los vinos que mima exquisitamente la familia Salvador Poveda varias generaciones atrás. Monóvar es lacónico; breve y conciso, cautivando al visitante desde el primer golpe de vista.
Entrada a la Casa Museo Azorín de la CAM
Sus calles son laberintos que divierten a los niños en sus juegos. Esquinas que esconden a los transeúntes anónimos. Adustas calles que fueron testigo de los largos paseos de Azorín, y que empezaron a gestar la luz de un escritor que quedaría grabado para siempre en el recuerdo de sus lectores. Sólo así se explica que Mario Vargas Llosa dedicara a su nombre el discurso de ingreso para la RAE de 1996 con las siguientes palabras: “La Ruta de don Quijote, de Azorín, es uno de los más hechiceros libros que he leído. Aunque hubiera sido el único que escribió, él sólo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua”.

Estas viejas calles encaminan al viajero a la iglesia Parroquial de San Juan Bautista, situada a apenas cien metros del Ayuntamiento. La fachada que da entrada a la Capilla contiene la imagen de la Virgen del Remedio, patrona del pueblo. La Ermita de Santa Bárbara es el segundo monumento por orden de importancia. Su cúpula, de azul mar oceánico, corona a todo el pueblo otorgándole el trazo que encierra el paisaje de Monóvar y que pintores como Zuloaga han retratado magistralmente como fondo de Azorín en sus lienzos.
Azorín creció como escritor en su casa natal de Monóvar
El punto de referencia de todo visitante con sed de conocimientos e inquietudes reside en la Casa Museo Azorín de la CAM. Este es el hogar en el que Azorín despertó y desarrolló su vocación de escritor. Allí, el tiempo se ha congelado, y la sombra del periodista nos persigue en cada escenario; su cama menuda, la máquina de escribir, su armario vetusto, los bombines inseparables de su figura, sus cuadros, títulos y diplomas y, lo más importante; una biblioteca con cerca de 17.500 volúmenes con, en su gran mayoría, una dedicatoria personal de los intelectuales más influyentes de la época como Miguel de Unamuno o Ramón Gómez de la Serna.

Obras que podrán tocar y manosear traspasando las cristaleras que rompen el contacto directo con el escritor admirado. Vayan, pregunten por su director José Payá Bernabé, y se les atenderá para que disfruten plenamente de la humanidad de un autor que se entregó en su totalidad a la Literatura. Este archivo incluye, además, un epistolario personal del periodista con unas 3.000 cartas. Tesoros de un valor incalculable que deleitará a los visitantes más exigentes.

La despedida de Monóvar se aconseja con el dulce sabor de su vino Fondillón y otros suculentos manjares. Se trata de una cocina añeja, heredada de madres a hijas, repitiéndose con el paso inexorable de los años. Sus productos se rescatan de sus campos, cuidando el sabor de sus alimentos y a gusto de los paladares más sibaritas. “Faseguras”, gazpachos y arroz con caracoles son las tres referencias de una gastronomía que ningún visitante puede perderse en Monóvar. Ya sea en el día de su llegada o en el de la salida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos Azorín y más vino de ese de M;onovar. O vino y Azorín, qué más dá. La vida son dos días, bueno tres con Azorín.

Raúl Ramírez dijo...

Saludos. Dí con tu blog. te invito al mío

Anónimo dijo...

Me gusta como escribes,nos transmites a tus lectores ese cariño hacia Monovar y Azorin.Vivo fuera y tengo avidez por todo lo que venga de mi tierra.Gracias